1.10.11

Llamados a recordar quiénes y de quién somos

2 de octubre de 2011
Domingo 27º de Tiempo Ordinario (Propio 22). Año A.

Aunque la Biblia está llena de ejemplos de un Dios cariñoso que nos acepta tal como somos, las lecturas de esta semana nos recuerdan que el Evangelio no siempre es "sensiblero". Parte del amor de Dios por la creación implica hacernos reponsables, a nosotros y nuestras comunidades, de comportamientos justos y según derecho.



Truenos, rayos, el humo del Monte Sinaí y el fuerte sonido del shophar, el cuerno de carnero, después de la entrega de los Diez Mandamientos en Éxodo 20 proclama la soberanía de Dios. Añade a tan dramática revelación la canción de Dios sobre la viña díscola (Israel) en Isaías 5, de la que se hacen eco los Salmo 19 y 80, o el juicio hecho a los arrendatarios (los líderes religiosos) que desafían la autoridad de Dios en Mateo 21. Hasta el esfuerzo de Pablo en Filipenses 3 para alcanzar la meta del cielo -que solo viene por la gracia de Dios y no por el propio trabajo de Pablo- proclama la soberanía de Dios. Todos estos textos se alían para dejar claro que solo Dios tiene el dominio y que se requieren ciertos comportamientos por nuestra parte para estar a favor de Dios y ser parte de su reino.


Nuestro temor a enjuiciar puede hacernos sentir incómodos con tales textos y puede hacer que los descafeinemos. Pero está claro: Dios nos recuerda que todo el mundo le pertenece y que somos arrendatarios solo por un tiempo determinado.


El jefe Seattle de la tribu Suquamish comprendió este concepto. El jefe declaró en un discurso de 1848: “Sabemos esto: la tierra no pertenece a la humanidad; la humanidad pertenece a la tierra. Sabemos esto: todas las cosas están conectadas como la sangre que une nuestra familia. Todas las cosas están conectadas” [Ver Vandana Shiva, Democracia, justicia, sostenibilidad y paz mundial (Cambridge: Sound End Press, 2005), 1]. Como personas de fe, sabemos racionalmente que Dios es el propietario de la tierra y de todas las cosas sobre ella, ¡pero, sin embargo, aún queremos apropiarnos de una parte de la misma! La ley se considera en el antiguo Israel, y en el judaísmo contemporáneo, un regalo que instruye a la comunidad sobre cómo habitar pacíficamente en un mundo que pertenece a Dios y del que todos somos usufructuarios por igual.

¿Qué situaciones o experiencias te han recordado que Dios está al cargo? ¿Cómo te las arreglas con esto?


El Decálogo (Éxodo 20:2-27; Deuteronomio 5:5-21) se da al pueblo con el fuerte mensaje de que estos mandamientos no son para saltárselos a su antojo. El Dios de Israel es sagrado, el único Dios, y debería ser tratado con el mayor respeto. Se pide a todos que consagren un día (Sabbath) para honrar la santidad de Dios y para recordar de quién somos. Más aún, los mandamientos al prohibir la falta de respeto a los mayores, el asesinato, el adulterio, el robo, la mentira y la codicia, promueven una atmósfera de justicia y comportamiento equitativo que conduce a una comunidad en paz. La ley proporciona un orden y nos recuerda que Dios no ha creado una alianza caprichosa con su pueblo. Jesús resume la ley en sus mandamientos de amarnos unos a otros como a nosotros mismos y amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente. Dios da esta ley con toda autoridad -tanto que el pueblo tiene temor de no seguirla. ¡Sin embargo, les lleva tan poco tiempo olvidarse de ella!

En la época en que Isaías de Jerusalén, un profeta del siglo VIII a.C., comienza su labor, el liderazgo en Jerusalén se ha corrompido, así como el pueblo. La relación de Israel comienza sólida, como refleja la canción del amor de Dios cantada a Israel, la viña (Isaías 5). El autor compara las opciones tomadas por el pueblo de Judá con una viña que fue plantada con vides escogidas, con la esperanza de que la cosecha fuera también de alta calidad. Cuando las vides maduraron solo produjeron uvas silvestres (literalmente podridas o apestosas) completamente inservibles para hacer vino. La canción de amor se vuelve amarga cuando el pueblo de Dios rompe la alianza y no practica la justicia (mishpat) y la equidad (tsedekah) en el país. Algunos dentro de la comunidad están bien atendidos y tiene mucho, mientras que otros luchan por sobrevivir -un resultado obvio de la violación de la ley de Dios. Se esperaba justicia y equidad. Sin embargo, ahora, como vemos en el verso 7, el pueblo será castigado con derramamiento de sangre (mishpah). Ahora el pueblo clama (tse'aqah). Incluso dentro de las actuales comunidades LGBT donde la justicia y la equidad son centrales, algunos tienen más poder que otros y cada uno de nosotros debe vérselas con problemas dentro de nuestras propias comunidades.

¿Dónde están las injusticias dentro de la comunidad LGBT? ¿Tienden algunos a "apropiarse" del grupo más que otros? ¿Cómo podemos llegar a estar más centrados más en nuestras responsabilidades contraídas en la alianza?

El Salmo 19 y el Salmo 80:7-15 nos recuerdan las acciones salvíficas de Dios en Egipto y celebra la ley dada por Dios al pueblo como un regalo. El Salmo 19 reafirma la perfección de la ley de Dios y cuán vital es guardarla, haciendo énfasis en la gran recompensa para quienes viven según ella. Conociendo los límites del género humano, ambos salmos buscan misericordia por la ruptura de la ley de Dios. Recurriendo a la imagen de la viña de Isaías 5, el salmista exclama: "Dios de los ejércitos, ¡vuélvete a nosotros! Desde el cielo dígnate mirarnos, y reconsidera; ¡ven y ayuda a esta viña! ¡Es la viña que plantaste con tu diestra! ¡Es el renuevo que sembraste para ti!" (Salmo 80:14-15).

La parábola de los arrendatarios malvados en Mateo 21, continúa con el tema del juicio y comienza con un resumen de Isaías 5. Como se revela en esta historia, incluso quienes se autoproclaman pueblo de Dios alguna que otra vez matan a los mensajeros de Dios. Los miembros de las comunidades LGBT y sus amigos no necesitan recordatorio. El rechazo de la iglesia a voces nuevas no solo ejerce violencia sobre quienes son rechazados, supone también un gran coste para la iglesia misma. Sin embargo debemos ser cautos con esta parábola. ¿No podría dañar nuestras almas también? Siempre que ansiemos ser testigos del cumplimiento de la parábola con la desaparición de las comunidades cerradas y opresivas, teñimos nuestra propia alma de deseo violento.

En vez de ofrecernos para que abusen de nosotros, como hacen los mensajeros de la parábola, y en vez de desear ver a los arrendatarios de la viña cumplir su condena, ¿cómo podríamos buscas nuevas formas de dar testimonio?

También debemos estar dispuestos a aceptar que esta alegoría puede aplicarse algunas veces a las comunidades LGBT y sus amigos, donde las luchas de poder y las peleas pueden ocurrir. Algunas veces olvidamos que Dios nos planta y nos sitúa en manos de quienes Dios espera que nos ayuden a crecer y a dar los frutos de la relación de alianza -esto es justicia y equidad para todo el pueblo. Algunas veces, cuando se produce el fruto de nuestro trabajo, nosotros (como los arrendatarios) nos volvemos codiciosos. Jesús nos recuerda que estamos llamados a servir y que se nos ha dado la responsabilidad de producir frutos y compartirlos, y no acumular gloria, poder y riqueza. Jesús dice: "Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él" (verso 43).

¿Cuándo osamos "matar" a los mensajeros de Dios porque detestamos compartir el poder?
Ah, pero Pablo proclama en Filipenses 3 que la justicia viene por la fe y no por la ley, así que no tenemos que vivir según el Decálogo, ¿o sí? Antes de deshacernos de la ley, debemos examinar el prólogo que Pablo hace a su argumento. Pablo, cuyas cartas son invocadas contra las personas LGBT, celebra su identidad en Filipenses 3:4b-14. Sin embargo, podemos reclamar para nosotros su enfoque. Ha nacido como se debe y ha vivido justamente (todo según la ley). En todo lo que afecta a la ley está libre de culpa. Esto va directamente en contra de cómo muchos imaginan a Pablo, como un hombre roto por las exigencias de la ley y en espera de liberación. ¿Pudiera esto inspirar también esperanza entre aquellos cuya identidad ha sido repetidamente maldecida? ¿Pueden celebrar la manera como han nacido, celebrar la integridad de sus vidas, celebrar su identidad públicamente?

Sin embargo hay más, ya que Pablo mira más allá de la identidad que le ha sido dada, hacia su llamada en Cristo. Quién está llamado a ser, está fundado en quién ha sido. Arraigado en el don de su identidad, busca el camino de Cristo. Todavía le aguarda más. Para aquellos que pertenecen a Cristo, la identidad marca un comienzo que celebrar, no un fin en sí mismo.

Oración inclusiva

Lee lentamente y en oración el siguiente salmo dos veces. Párate con frecuencia y déjate empapar por el texto. Termina orando y reflexionando en silencio.

Los preceptos del Señor son rectos: alegran el corazón.
El mandamiento del Señor es puro: da luz a los ojos.

¡No permitas que la soberbia
domine a este siervo tuyo!
¡Líbrame de cometer grandes pecados,
y nadie podrá entonces culparme de nada!
Tú, Señor, eres mi roca y mi redentor;
¡agrádate de mis palabras y de mis pensamientos


Salmo 19:8,13-14 Reina Valera Contemporánea