27 de noviembre de 2011
Domingo 1º de Adviento. Año B.
Cuando las promesas y las frustraciones se entremezclan, anhelamos pasos decididos adelante.
El Adviento comienza entre esperanzas turbulentas, dice Marti Steussy. Como Isaías, hemos conocido grandes promesas y grandes frustraciones. El salmista está de acuerdo. Jesús predice más de lo mismo -grandes promesas, grandes frustraciones. Pablo inicia su primera carta a la iglesia en Corinto con palabras de promesa, pero la mayor parte del resto de la carta está llena de palabras de frustración. Quienes vivimos y amamos de manera no convencional, sabemos qué significa tener esperanzas turbulentas. Cuando salimos del armario, puede que estemos a la vez rebosantes de alegría y llenos de preocupación, al aceptar que no somos lo que otros esperanban que fuéramos, ni siquiera lo que nosotros esperábamos ser. ¿Y ahora qué? ¿Cómo vamos a pasar por las victorias y las derrotas parciales cotidianas que ocurren cuando vivimos a contracorriente? ¿Y dónde está Dios en medio de todo esto?
Piensa en cuando saliste del armario para alguien o cuando alguien ha salido del armario para ti. ¿Dónde estuvieron las sorpresas agradables? ¿Dónde las desagradables? ¿Parecía que Dios estaba cercano o ausente?
Isaías 64:1-9 oscila entre imágenes extremas, dice Marti: Dios como terremoto; Dios como padre amoroso o artesano cuidadoso; Dios sencillamente ausente; el aislamiento de que nadie te llame por tu nombre; y la consideración de que todos somos pueblo de Dios. A Helene Russell, Holly Hearon y Charles Allen les impresiona por igual la petición final de Isaías en el verso 9: "Toma en cuenta que todos nosotros somos tu pueblo". Para Charles y Holly, el énfasis recae en "todos"; para Helene recae en "tu". Charles oye un eco de la oración de Moisés a Dios en Éxodo 32:11 "tu pueblo, que tu sacaste del país de Egipto".Parece que tanto Moisés como Isaías se atreven a recordarle a Dios una relación que él debe ya conocer. ¿Cómo podemos ser llamados impuros si somos obra de Dios?
Piensa en las ocasiones en que acontecimientos prometedores han sigo seguidos de contratiempos. Algunos estados reconocen el matrimonio de personas del mismo sexo, pero son rechazados por enmiendas constitucionales en otros. ¿Puedes identificarte con el ansia del profeta Isaías ("¡Cómo quisiera que rasgaras los cielos y bajaras!" Isaías 64:1)?
Tanto como Marti como Holly se dan cuenta de cómo el salmista en el Salmo 80 parece asumir, como el autor de Deuteronomio, que las desgracias son resultado del enojo de Dios. Si esto es lo que sentimos nosotros, dice Marti, entonces es desde donde necesitamos orar. Pero podríamos también considerar que la conexión de Dios con lo que sucede en la tierra es más compleja. En un nivel más profundo, el salmista reconoce que las cosas no son como deberían ser, pero rechaza dejar de esperar que Dios tenga la intención de un bien mayor.
Charles apunta que las primeras palabras de Pablo son sorprendentemente elogiosas en 1 Corintios 1:3-9. ¿Quién podría pensar que Pablo está apunto de lanzar una extensa crítica? Parece confiar en que la iglesia de Corinto saldrá adelante, aunque ahora mismo estén bastante lejos del ideal. Holly señala que los auténticos puntos fuertes de Pablo mencionados aquí -discurso enriquecido, conocimiento y otros dones espirituales- son los inconvenientes que Pablo se dispone a criticar cuando estas impiden la auténtica comunidad. Quienes vivimos y amamos de forma no convencional, con frecuencia somos etiquetados como especialmente dotados y creativos. Esto puede ser una ventaja, si nosotros y quienes nos etiquetan convertimos nuestras diferencias en conexiones, pero ellos y nosotros podemos usar nuestras diferencias para crear barreras.
¿Te has visto alguna vez a ti mismo como dotado en un sentido que quienes están a tu alrededor pueden no entender? ¿Te han visto otros de esa manera? ¿Cuándo ha forjado esto conexiones más profundas, y cuándo las ha frustrado?
Marcos 13:24-37 nos devuelve al tema de Isaías: el anhelo de que Dios rasgue los cielos y baje. Las palabras de Jesús parecen implicar que la turbulencia irá en aumento hasta que Dios, de repente, intervenga y ponga todas las cosas en su sitio. Pero tanto Jesús como sus oyentes parecen asumir que la intervención decisiva de Dios no está muy lejos -en menos de una generación (verso 30). Pero tal intervención no ocurre nunca y se nos deja con una reserva: "nadie lo sabe" (verso 32). Pero si nadie sabe realmente lo que va a pasar, ¿por qué se nos anima a leer la intervención de Dios como "los signos de los tiempos"? Charles observa que tenemos un mensaje de doble filo: "Se nos dice que nos mantengamos alerta, porque algo transcendental está a punto de pasar, y porque no sabemos realmente qué será". Marti señala: "Jesús tiene aquí que atender a su propio consejo. Él no sabe exactamente cuándo ocurrirá. Pero confía en que será algo transcendental. Holly apunta: "En el fondo, nuestro anhelo de alguna intervención decisiva es más complicado de lo que parece. Soñamos con tener todos nuestros problemas resueltos, de modo que podamos encararlos ahora sin darnos por vencidos".
(...)
¿Cómo lees los signos de los tiempos? ¿Ves que las cosas mejoren para aquellos a quienes las iglesias han excluido? ¿Ves más conflictiva la visibilidad? ¿Qué sostiene tu esperanza?
Oración inclusiva
Todos anhelamos, Oh Dios, una mayor claridad.
Necesitamos que se fortalezcan nuestras esperanzas.
Aún cuando no viertas los cielos y bajes para reivindicarnos,
ábrenos los ojos a tu intimidad con nosotros, que todo lo sostiene.
Cuando los acontecimientos en desarrollo nos deleitan y nos frustran,
enséñanos a asumirlos como prendas de tu propio sueño
de un tiempo en el que las preocupaciones dejen paso a la celebración. Amén.