8.4.11

Vida para la vitalidad

10 de abril de 2011
5º Domingo de Cuaresma. Año A.

Ezequiel 37:1-14
Salmo 130
Romanos 8:6-11
Juan 11:1-45

El aliento de Dios vivifica el cuerpo, y el espíritu de Dios mora en el cuerpo. El cuerpo es llamado a la vida y a la vivacidad. El cuerpo es afirmado. Nos atrevemos a rechazar el rechazo del cuerpo y a aceptar la aceptación de Dios.


El tan querido pasaje de los "huesos secos" de Ezequiel 37:1-14 ilustra dramáticamente el tema de los textos de esta semana: el deseo de Dios de que disfrutemos no sólo la vida, sino la vitalidad. Es irónico que éste sea un pasaje de Cuaresma, cuando la Cuaresma es tradicionalmente entendida como un tiempo de disciplinada supresión del goce y la vitalidad. Vamos a entrar en una profunda reflexión sobre los caminos de Dios, vistos más claramente en el gran sacrificio de Jesús en la cruz. Por eso se espera que nos disciplinemos y neguemos el cuerpo para ayudar al crecimiento y desarrollo espiritual.


¿Cómo entiendes típicamente la Cuaresma? ¿Por qué crees que la Cuaresma está usualmente vinculada con prácticas corporales como la dieta, el ayuno y la abstinencia? ¿Cómo podrías acercarte más a Dios durante los días que quedan de Cuaresma celebrando el cuerpo en vez de negándolo?


Ezequiel y Juan 11:1-45 ofrecen una visión diferente. En realidad, el signo de la presencia de Dios y su poder es precisamente la vuelta del cuerpo a la vida. La cultura homofóbica insiste en que las personas LGBT crucifiquen su vitalidad (que vivan célibes) para ser considerados justos en la iglesia. Sin embargo, debemos profetizar la resurrección para todas esas personas. Igual que Ezequiel llama a Israel a que salga de la sepultura del exilio a su vida cultural y vitalidad, así las personas LGBT son invitadas por Dios a salir de la negación y el autodesprecio, de la culpa y de los intentos fallidos al celibato forzoso. Se nos llama a la vida (autenticidad) y a la vitalidad (pasión).


En el evangelio de Juan, la vida la vida llega cuando salimos de la tumba (el armario) y la vitalidad llega cuando nos deshacemos de nuestra mortaja (desatamos el cuerpo). Es interesante que al fina de Ezequiel 37:7-9 los cuerpos descarnados terminan con tendones, carne, piel y ruah (espíritu), pero sin vestido. De forma similar, Lázaro acaba del mismo modo al pedir Jesús que le sea retirada la mortaja (Juan 11:44). La desnudez es celebrada aquí como una llamada de Dios a una nueva vida. Igual que cuando nacemos, nuestros cuerpos son expuestos sin vergüenza.


¿Cómo ha afectado la visión del cuerpo y de la sexualidad de nuestras tradiciones cristianas a la búsqueda de las personas LGBT de vidas ricas, plenas y satisfactorias dentro de la comunidad cristiana?


En este mensaje de vida y vitalidad, hay un sentido de urgencia. Juan nos muestra de forma inequívoca el error de Jesús -pensaba que Lázaro no moriría, así que esperó antes de ir a atenderlo. Sin embargo, Lázaro murió, y María y Marta estaban comprensiblemente decepcionadas porque el amigo especial de Lázaro no hubiera venido cuando lo habían llamado.

¿Quedamos decepcionamos también cuando esperamos pasivos ante las actitudes de condenación, marginación y búsqueda de chivo expiatorio conducentes a la muerte, que a veces se acumulan sobre la personas LGBT? ¿Quién sufre cuando aguardamos a una ocasión oportuna para hablar? ¿O cuando esperamos a un mejor momento para afirmar nuestros derechos a la vida y a la vitalidad? Invocamos el Salmo 130 para justificar nuestra espera. Sin embargo, la espera (qwh en hebreo) del salmista es una espera activa preparatoria -como un corredor de relevos se pone en marcha antes de que se le pase el testigo. No debemos esperar a que Dios llegue, debemos comenzar la carrera antes de que Dios nos pase el testigo.


Algunos utilizan Romanos 8:6-11 para defender la necesidad de suprimir el cuerpo en favor del crecimiento espiritual. Señalan cómo Pablo asume el dualismo de sus oponentes estoicos -carne frente a Espíritu. Sin embargo, a pesar de su machacona insistencia en la muerte del cuerpo, en el análisis final hasta Pablo tiene que transigir: "el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (verso 11). En realidad, es para la vitalidad para lo que Dios nos llama de la muerte a la vida. Es nuestro servicio razonable a Dios, aceptar este don de la vitalidad.


¿Qué interrogantes o descubrimientos rondan tu mente tras la lectura de esta reflexión sobre Dios y el cuerpo? ¿Cuál es tu oración?


Oración inclusiva

Dios de nuestros años de fatiga, Dios de nuestras lágrimas silenciosas.
Hemos intentado vivir según se nos ha enseñado,
negando nuestros cuerpos, negando nuestra vitalidad.
Sin embargo, hemos aprendido que éste no es tu camino.
Nos hemos estremecido ante el don de la vitalidad.
Lo hemos gustado y lo hemos rechazado
con arrepentimiento poco sincero y culpa vaga.
Sin embargo, tú vienes en nuestra busca incesantemente con tu abrazo,
con tu aceptación, con tu amor.
Perdónanos por rechazar tu aceptación.
Perdónanos por rechazar nuestros cuerpos.
Ahora aceptamos tu don, tal como somos. 
En el nombre de Jesús, Cristo plenamente encarnado. Amén.