13 de marzo de 2011
Domingo 1º de Cuaresma. Año A.
Génesis 2:15-17; 3:1-7
Salmo 32
Romanos 5:12-19
Mateo 4:1-11
Dios nos invita a una vida totalmente abierta, sin temor a la expulsión.
Cuando vivimos y amamos de manera no convencional, con frecuencia se nos acusa de ignorar los claros mandamientos de Dios. Algunas veces se dice que todo fue mal a partir de que Adán y Eva comenzaran a plantearse preguntas. Ya que la acogida de Dios, vivida entre nosotros en Jesús, sobrepasa a cualquier temor a la expulsión, Dios nos pide vivir nuestras vidas abiertamente.
Según Mateo, cuando Jesús fue bautizado, fue revelado por el Espíritu de Dios como el amado de Dios. La lectura del evangelio de esta semana, Mateo 4:1-11, muestra a Jesús luchando por discernir cómo vivir con tal conocimiento. Como Adán y Eva, dice Charles Allen, Jesús sopesa si es suficiente ser la frágil criatura que es. Holly Hearon ve a Jesús luchando entre permitir a alguien hostil (el tentador del verso 3) definir su identidad por él, o definir por sí mismo lo que significa ser un hijo de Dios. Del mismo modo, Michael Miller se pregunta si Jesús es tentado por la idea de tener que probar su "pertenencia" a algún otro, como se esperaba. ¿Quién, de entre todas las criaturas de Dios, tiene la autoridad para cuestionar la relación de Jesús con Dios -o la tuya o la mía? Helene Russell se centra en la cuestión del poder. Jesús es tentado por la visión de un reino de Dios en términos de control de todo -liberando al mundo y a sí mismo del dolor, asumiendo todo el poder, y así convertir en una farsa todo amor genuino.
¿Cuándo te ha llamado Dios "Amado"? ¿Cómo eres tentado por las dudas de otros a que cuestiones las palabras de Dios de acogida incondicional? ¿Quién dice que tienes que probar algo a alguien?
No es ninguna sorpresa que la historia de las tentaciones de Jesús estuviera vinculada a la historia de la primera tentación en Génesis 2. Una serpiente parlante le cuenta a Eva la verdad. Ella y Adán no caerán muertos cuando coman el fruto prohibido; en cambio se parecerán más a Dios. Sus ojos se abrirán para discernir el bien y el mal. Y eso es más o menos lo que pasó.
Sin embargo, dice Charles Allen irónicamente, una vez que Adán y Eva conocieron la diferencia entre bien y mal, malinterpretaron su propia desnudez como algo "no bueno". Se avergonzaron de su fragilidad como criaturas y se taparon (se metieron en el armario) con hojas de higuera. Se escondieron de Dios, y haciendo esto, se expulsaron a sí mismos de la presencia de Dios, ya antes de que fueran expulsados del Edén.
Michael Miller advierte de que no siempre podemos ver la diferencia entre la desobediencia a Dios y un legítimo cuestionamiento de los límites establecidos, aunque de ambos modos quienes empujan los límites se van a sentir expuestos y vulnerables. Holly Hearon se pregunta si la desnudez era la cuestión cuando los ojos de la pareja se abrieron. Puede que fuese su conciencia de qué fácil podían ser engañados, su capacidad de pecar. En eso estaban aún muy lejos de ser como Dios.
¿Como distingues el bien del mal? ¿A quién escuchas? ¿Cuándo es bueno cambiar las normas establecidas? ¿Cuándo estás tentado de esconder quien tú eres?
En Romanos 5:12-19, Pablo usa la historia del Génesis para establecer un contraste con la historia de Jesús. Eva se cae de la historia y Adán asume toda la culpa. Adán prefigura a Cristo, en ambas figuras sus acciones tienen un efecto sobre toda la humanidad. Ambos son universales, comenta Helene Rusell. Pero para Pablo, la fidelidad de Jesús (o la fidelidad de Dios en Jesús) supera la transgresión de Adán.
La acogida incondicional de Dios, en la vida, muerte y resurrección de Jesús, es la verdad final sobre Dios y sobre nosotros. De hecho, dice Holly Hearon, Dios de alguna forma "transgrede" nuestro sentido de lo que es justo y recto, porque el deseo de Dios es que todos puedan tener vida. Este don siempre-en-aumento y "transgresor" de la gracia provee un espacio seguro, dice Michael Miller, en el que podemos lidiar honestamente con todo lo que viene implicado por las exploraciones, las aventuras y los descubrimientos de nuestras vidas, incluso nuestro desafío de los límites establecidos. De hecho, Charles Allen sugiere, somos invitados a traer incluso nuestros momentos más escépticos a la misma presencia de Dios, sin miedo de expulsión. No tenemos que meter en el armario ninguna parte de nosotros mismos.
¿Te sientes acogido por Dios, acogido incondicionalmente? ¿Qué te permites poner en el camino de la acogida de Dios? ¿Qué estás escondiendo?
El Salmo 32 celebra el gozo de vivir sin fingimiento. "Bienaventurados quienes... en cuyo espíritu no hay engaño" (verso 2). Vivir sin fingimiento requiere confesar nuestra maldad. Necesitamos perdón, sugiere Holly Hearon, no por nuestras relaciones del mismo sexo, sino por las veces en que no encarnamos la acogida incondicional de Dios, incluso en nuestras relaciones más dadoras de vida. Las personas LGBT no deberíamos nunca dudar en admitir que somos tan pecadores como cualquier otro, insiste Charles Allen. No amamos de la forma extravagante y transgresora como Dios nos ha amado a nosotros. Y quizá el fallo más grande sea esconder nuestros fallos. La confesión es el momento en el que nos damos cuenta de que Dios es el auténtico lugar escondido [refugio] (verso 7), el espacio seguro donde podemos vivir en plena apertura.
¿Como te sientes llamándote a ti mismo pecador? ¿Lo sientes como degradante o lo puedes sentir como liberador?
Oración inclusiva
Dios que siempre nos acoges,
nos invitas a traer todo lo que somos,
nuestros interrogantes y nuestros fallos,
ante tu presencia dadora de vida.
Danos el valor de vivir ante ti sin fingimiento,
que podamos conocer el gozo del perdón y la renovación
sin temor a la expulsión.
Amén.