10.7.10

La libertad no está lejos

11 de julio de 2010
Domingo 15º de Tiempo Ordinario. Año C.


La obra de Dios comienza y actúa a través de nuestros cuerpos, para que podamos presentarnos en integridad a ministrar a los demás.



Deuteronomio 30: 9-14. ¡Qué palabra tan radicalmente importante para nuestra comunidad herida! Para algunos, especialmente para la comunidad LGTB afroamericana, el pensamiento de libertad está tan lejos, "más allá del mar" (verso 13), que no puede ser concebido. Este texto habla de coraje para seguir proclamando esa buena palabra de libertad. Está cerca de nosotros, en nuestros corazones y en nuestra boca (verso 14). Es asequible. La palabra profética para esa comunidad profundamente herida, profundamente encerrada en el armario es esta: tu libertad no está lejos, no es algo imposible, aquello a lo que estamos llamados no es algo lejano.


Seguramente esta palabra es un bálsamo curativo para nuestra comunidad. La obra de Dios no está en lo que nos han estado haciendo a nosotros, sino en amar a Dios y al prójimo y a uno mismo. ¡Y esto está muy cerca!


El Salmo 25: 1-10 nos recuerda que confiemos en Dios y que no pensemos que debemos hacerlo todo por nosotros mismos. Muchas personas LGTB se sienten solas y algunas sienten que no tienen acceso a su herencia espiritual, por la forma en que la iglesia los ha tratado. ¡Cómo nos da poder recordar: ‘oh, sí, no se trata de mí, sino que se trata de Dios y de lo que Dios está haciendo'!


La oración "no dejes que me hunda en la vergüenza. ¡Que no se rían de mí mis enemigos!" (verso 2), nos invita a no avergonzarnos de quiénes somos en el itinerario espiritual que seguimos. Quizá esto no es sólo un desafío externo, sino también una cuestión interna. Se nos recuerda que no dejemos que nuestra propia vergüenza y nuestros miedos triunfen sobre nosotros. Algunas veces nuestro mayor enemigo es nuestro propio miedo.


Comparte una historia personal sobre una vez cuando poner tu confianza en Dios te condujo a la paz y a un nuevo sendero para tu vida.


Leyendo Colosenses 1: 1-14, consideramos las similitudes entre esa pequeña, extraña (¿nos atreveremos a decir "queer"?) colección de creyentes en una sociedad frecuentemente hostil y nuestra propia extraña colección de personas LGTB, llenas de fe, en comunidad. ¡De cuánto poder disponemos si podemos recibir las bendiciones que este escritor quiere transmitir a esta comunidad cristiana luchadora del siglo primero! ¡Tenemos una participación en la herencia de los santos en la luz! ¡Hemos sido rescatados del poder de las sombras y trasladados al Reino de Dios! Es todo para nosotros, no para nadie más.

Este ejemplo nos anima a que, en nuestra comunidad, nos escribamos cartas los unos a los otros. Esas epístolas, alentándonos unos a otros en la gracia que es nuestra, en medio de estas luchas, serán muy importantes para nuestro legado. Generaciones más tarde, aquellos que nos siguen pueden entender el proceso por el que pasamos.

¿Qué escribirías en una carta a una comunidad LGTB en otra ciudad o estado para animarlos en la lucha y recordarles su herencia espiritual que los sostendrá?

La historia del buen samaritano, Lucas 10: 25-37, resuena profundamente con implicaciones LGTB. El sacerdote y el levita no podían tocar sangre o un cuerpo muerto sin incurrir en impureza y por lo tanto están incapacitados para entrar en el lugar santo. La historia de Jesús nos sugiere que tocar a quien está herido es en sí un acto de santidad. Entrar en lo quebrantado de una persona y tocarlo es penetrar en el Santo de los Santos. Mientras que algunos huyen de las personas LGTB y les llaman impuros o abominaciones, nosotros cuidamos unos de otros. Nosotros conocemos esa clase de rectitud.

Reconociendo la santidad de tocar a quien ha sido herido, también recibimos el encargo de Dios de centrarnos en los afligidos con el VIH/SIDA. Sin embargo, mientras que algunos pacientes VIH/SIDA han recibido adecuada atención y tratamiento, el VIH/SIDA continúa poco conocido en muchas comunidades de color, particularmente entre las mujeres de color. No podemos permitir que este asunto desaparezca de la pantalla de nuestro radar, sólo porque no afecte a las comunidades de varones blancos con la misma incidencia de antes.


Conectando con el mensaje de Deuteronomio 30, se nos recuerda que la oportunidad de cumplir la ley está cerca de ti - en estas personas heridas. En este ministerio con cuerpos frágiles experimentamos el gozo de cumplir la ley.


También señalamos que la persona que era despreciada (el samaritano) actuó como prójimo. Muchos en la comunidad LGTB con frecuencia llegan a ministrar a personas gays y no gays por igual. ¡Estamos siendo prójimo! Recuerda tener esto como un don que podemos ofrecer incluso cuando somos despreciados.


Recuerda que Jesús contestó a la pregunta de "¿quién es mi prójimo?" (verso 29), con una historia y con otra pregunta (verso 36): "¿quién actuó como prójimo?". Se nos desafía también a mirar hacia fuera para ver dónde está actuando la iglesia de Dios, celebrando las acciones de bondad donde quiera que las encontremos, incluso por parte de aquellos que pueden no ser parte de la iglesia visible.


¿Quiénes son las personas heridas que estamos evitando en nuestra comunidad?


Oración inclusiva


Dios de gracia, Madre nuestra y Padre nuestro,
Celebramos la cercanía de tu presencia.
Al abrazar al Emanuel, Dios-que-está-con-nosotros,
oramos para que actuemos como prójimos los unos de los otros.
Manifiéstate en nuestros cuerpos.
Manifiéstate en nuestra mutua comunión.
Manifiesta el poder de la inclusión de Pentecostés en tu iglesia.
Te lo pedimos en el nombre de todo lo que es bueno. Amén.