Domingo 12º de Tiempo Ordinario. Año C.
Con frecuencia esperamos encontrar a Dios en una muestra dramática de poder o, más sutilmente, en lo que creemos que es la correcta definición de “igualdad”. Dios siempre nos está sorprendiendo, manifestándose de las formas menos esperadas.
El texto de la carta de Pablo a las iglesias de Galacia ha sido uno de los más ampliamente usados en la discusión de la inclusividad en la vida de la iglesia cristiana. Muchos estudiosos piensan que Gálatas 3: 23-29 es parte de un ritual bautismal de la iglesia temprana que Pablo cita. Las interpretaciones de este ritual varían. Para algunos, describe la igualdad mediante la disolución de las divisiones del género humano que Dios realizará en un futuro lejano. Para otros, describe un objetivo hacia el que todos los cristianos bautizados deben trabajar en el presente.
En la promesa de una igualdad radical en este pasaje de Gálatas, resuenan muchos grupos de personas que han sido marginadas a causa de su etnia, cultura, estatus social o identidad de género. Las personas LGTB resuenan en este pasaje, reclamando que la disolución de la noción binaria de “masculino” y “femenino” afirma el amor por todas las personas, sin importar su orientación sexual ni su identidad de género. La participación en el Reino de Dios no se basa en ninguna de estas cosas.
A la vez que este pasaje de Gálatas a alentado a muchos por las razones anteriores, es también importante leerlo e interpretarlo con “recelo hermenéutico” –preguntando las cuestiones difíciles del texto. La inclusividad radical no debe tener como resultado la invisibilidad radical. Cuando los cristianos bautizados luchamos por la igualdad de todas las personas en respuesta al evangelio de Jesucristo, debemos reconocer las “identidades particulares” de todos los hijos e hijas de Dios. Estar bautizado dentro del cuerpo de Cristo no significa que seamos un pueblo homogéneo. En nuestro esfuerzo por la igualdad, debemos ver el rostro de Dios en personas diferentes, de formas distintas.
¿Cómo encarna tu congregación la diversidad? ¿Cómo alientan tus lugares de encuentro una cultura de la unidad? ¿Cómo cultivas dentro de tu congregación una experiencia de los muchos rostros, voces y expresiones de Dios?
Todos los salmos de esta semana –Salmo 42-43; 22: 19-28- tratan la cuestión de la cercanía y la presencia de Dios. El Salmo 42-43 pregunta, “¿Dónde está tu Dios?”, mientras que el Salmo 22: 19 solicita: “¡Oh Dios, no te alejes!”. Nuestros textos de 1 Reyes 19: 1-4, (5-7), 8-15a e Isaías 65: 1-9, contestan estas cuestiones esencialmente de la misma forma. Dios no se manifiesta de la forma que nosotros esperamos o incluso demandamos. En su lugar, Dios está dispuesto a ser encontrado por aquellos que simplemente preguntan: “¿Dónde estás?”, y están abiertos a las maneras en que Dios responderá a esa pregunta.
La historia del endemoniado de Gerasa en Lucas 8: 26-39 atestigua que Dios se manifiesta en acciones de sanación. La respuesta de la gente de la ciudad a la restauración que Jesús realiza en el hombre, indica que, a veces, la presencia transformadora de Dios nos puede incomodar. En todos esto textos, somos invitados a buscar y experimentar la presencia de Dios no en la igualdad, sino en la diversidad; no en las grandes demostraciones de poder, sino en la búsqueda sincera; no es las acciones que nos fijan en nuestras zonas confortables, sino en acciones de transformación.
¿Cómo podría tu congregación responder a la cuestión de “dónde está Dios”? ¿Cómo muestra tu congregación sus experiencias de Dios? ¿Cuál es la experiencia más radical de Dios que ha tenido tu congregación?
Oración inclusiva
Gran Espíritu,
que conozcamos cómo eres de verdad
en toda tu maravilla y tu misterio.
Que seamos transformados por tu inmensidad.
Amén.