Domingo 4º de Pascua. Año C.
La muerte es real, pero la realidad de la muerte no ensombrece el don y el sostenimiento de la vida que Dios procura.
Hoy conversan Angela Bauer-Levesque, Alma Crawford y Tat-Siong Benny Liew.
En Hechos 9:36-43, encontramos una comunidad de seguidores de Cristo formada por un buen número de viudas. En el mundo greco-romano del primer siglo, las viudas eran -de una manera análoga a las personas LGTB de hoy- personas marginadas, excluidas de las unidades familiares tradicionales encabezadas por varones. Aún peor, su medio de vida estaba frecuentemente en peligro a menos que tuvieran hijos que lo procurasen. En Jope, un grupo de viudas obviamente formaron y fundaron una familia alternativa en la comunidad de seguidores de Cristo. No sabemos realmente si Tabita o Dorcas es una viuda, aunque ella indudablemente es muy querida por las viudas. Tampoco sabemos si Tabita o Dorcas es una mujer judía con un nombre griego, o una gentil con un nombre hebreo o arameo. En cualquier caso, el hecho es que esta mujer de identidad ambigua que ha caído enferma y ha muerto proporciona una ocasión no sólo para un milagro de vida en Hechos, sino también para reflexionar sobre varios asuntos que son de relevancia particular para las personas LGTB.
¿De qué formas experimentan las personas LGTB la pérdida y la realidad de la muerte?
Necesitamos confesar que, en muchos sentidos, es inapropiado "usar" la muerte de una persona como ocasión para nada. Esto es particularmente verdad dentro de las comunidades LGTB que viven especialmente, aunque no exclusivamente, la amenaza -y la experiencia- de la pandemia VIH/SIDA. Muchos en nuestras comunidades hemos llorado y hemos sido testigos de los intentos de nuestros seres queridos por mantener un último aliento de vida y su fracaso. Debemos reconocer también el escándalo que algunos de estos pasajes de "resurrección-de-los-muertos" provocan entre quienes han orado en las cabeceras de las camas, para solo ver el cese de la respiración y la parada cardiaca. No debemos pasar por encima o minimizar la dolorosa e inevitable realidad de la muerte. Tabita/Dorcas murió realmente.
Debemos tener prevención ante la tentación de leer pasajes como Hechos 9:36-43 como un milagro de vida sin muerte. De otro modo, uno puede llegar a estar tan centrado en la esperanza de una curación milagrosa que uno acabe por silenciar o abandonar a la persona moribunda. La comunidad de seguidores de Cristo en Jope no hacen eso. Ellos entienden el milagro de la vida que se extiende más allá de la muerte. No sólo cuidan el cuerpo de Tabita/Dorcas, sino que también salen y comparte la noticia de su muerte con Pedro, e incluso piden a Pedro que acuda a darles aliento y ayuda. Así como Hechos 9:39 nos narra que las viudas lloraban y trataban de recordar a Tabita/Dorcas a través de las vestiduras que había tejido y dejado en herencia, Apocalipsis 7:16-17 reconoce la realidad no solo del hambre y la sed, sino también del calor abrasador y las lágrimas derramadas. Muertes y pérdidas deben ser lloradas antes que negadas o justificadas, incluso (o especialmente) en referencia a la promesa de resurrección.
Además de la presencia tangible de los otros, puede que necesitemos también una visión, quizá la fantasía, para encarar y reconocer el dolor y la pérdida de la muerte. Los expertos han sugerido que la literatura apocalíptica (como la de nuestro Apocalipsis) es una forma de literatura fantástica o de fantasía. Un pasaje como Apocalipsis 7:9-17, con las vestiduras blancas y las palmas, debería recordar a las personas LGTB cómo el vestuario, el drama, la creación, la invención y la imaginación han ayudado a muchos de nosotros, a través de los momentos dolorosos de pérdida y muerte. No hay necesidad de satanizar la muerte, y no hay vergüenza en admitir nuestra necesidad de duelo y de gestionar la pérdida. La promesa de Dios en el Salmo 23 no es sólo restaurarnos y consolarnos, sino también de hacerlo a través de valles de sombra y en presencia de los que nos acosan.
Al mismo tiempo, la promesa de resurrección y de vida eterna, nos da fuerza y nos promete gestionar la muerte y la pérdida de nuestros seres queridos. El escenario descrito en Apocalipsis 7:9-17, con su multitud vestida de blanco, es más que una fantasía y una promesa de futuro. Nosotros conocemos -por ejemplo, no solo en las culturas y las lenguas de muchas tribus, sino quizá también en nuestra experiencia personal- personas o antepasados cuya presencia continúa de forma activa y permanente, a pesar de su tránsito. De la forma en que las viudas de Jope responden a la muerte de Tabita/Dorcas, uno puede seguramente suponer que incluso si ella no hubiera resucitado, aún viviría en la vida y en la memoria de su comunidad.
¿Cómo entiendes la vida después de la muerte? ¿Cómo te lleva tu fe a cuidar de los moribundos y a encarar tu propia muerte?
Hemos mencionado antes la identidad ambigua de Tabita/Dorcas en términos socio-económicos o étnicos. Quizá está con su gente, por así decir; quizá rompe las fronteras para ver las necesidades de las viudas, se identifica con ellas, y se une a ellas en solidaridad y apoyo de sus necesidades. Lo que no es ambiguo en ella es que es constructora de comunidad. Ella ha sido parte de la vida de estas viudas, confeccionando túnicas y otros tipos de vestido. Hechos 9:36 nos cuenta que ella "abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía". Quizá su confección de ropa es su trabajo de caridad, su forma de proveer las necesidades materiales de las viudas. Dada la forma cómo las viudas de Jope recuerdan la persona de Tabita/Dorcas a través de sus confecciones, se puede establecer una conexión entre las personas de vestiduras blancas en el cielo de Apocalipsis 7: 9-17 y los vestidos que Tabita/Dorcas hace en Hechos 9: 39.
Ya seamos hetero o LGTB, ya estemos trabajando para atender las necesidades dentro de nuestra comunidad o en solidaridad con las personas marginadas, es dando vida a los demás -prestando atención y ocupándonos de las necesidades reales de las personas vulnerables- como nuestras vidas tendrán continuidad. Jesús, en respuesta a la solicitud de dar a conocer su identidad en Juan 10:22-30, declara que sus obras han estado dando testimonio de su identidad y de su credibilidad. De forma similar, nuestras obras -particularmente cuando damos vida a los que se supone que están muertos, tanto dentro como fuera de nuestra comunidad- no sólo constituirán la historia real de nuestras vidas, sino que también determinarán si la historia de nuestras vidas continuará más allá de nuestra muerte.
¿Cómo podemos vivir a la luz de la muerte?
Asegurando la vida más allá de la muerte, nuestros pasajes de hoy, Juan 10:28-29 en particular; Hechos 9:36-43 y Apocalipsis 7:9-17, afirman de hecho la inevitabilidad -cuando no la finalidad- de la muerte. La pandemia de VIH/SIDA ha ayudado a muchas personas LGTB a encarar esta inevitabilidad. Como el Jesús de Juan es siempre consciente de la llegada de su "hora" de crucifixión (ver Juan 2:4; 7:30; 8:20; 12:23,27), muchas personas LGTB han aprendido a vivir la vida plenamente en el presente, en lugar de vivir preocupados solamente por el futuro. Esto ha permitido a muchos desafiar las convenciones de la sociedad dominante, y vivir conforme a un ritmo distinto. Viviendo plenamente el presente, también somos liberados y capacitados, para confiar y seguir las promesas del Salmo 23; de manera que invirtamos en las buenas obras dadoras de vida, siendo solidarios con y apoyando a los necesitados. Si lo hacemos, la promesa es que los demás continuarán experimentando el "bien" y la "misericordia", incluso mucho después de nuestro tránsito (Salmo 23: 6).
Versión original en inglés: Out in Scripture