20.3.10

Amor ante la muerte


Domingo 5º de Cuaresma. Año C.

La historia de Lázaro, María y Marta nos recuerda que la muerte de Jesús fue el resultado de una existencia que capacita para la vida y de un amor que cruza todo límite


Conversan Kharma Amos y Greg Carey.

Este quinto domingo de Cuaresma nos introduce más directamente en el preámbulo de la pasión de Jesús. Solo la narración de Juan sobre la unción de Jesús muestra al trío Lázaro, Marta y María (Juan 12: 1-8). Poco antes, en la historia de Juan, Jesús había resucitado a Lázaro. La liberación de Lázaro creó tal revuelo que las autoridades religiosas comenzaron a tramar la muerte de Jesús. La historia de Lázaro también presenta a Marta y a María, a quienes reconocemos desde Lucas 10: 38-41. En ambos evangelios, Marta “sirve”. En griego esto implica que ella lleva a cabo la diaconía o el ministerio. Y en ambos evangelios, María adora los pies de Jesús. Sin embargo, María recibe críticas, no por adorar a Jesús sino por hacerlo de una manera tan espléndida.

Algunos han encontrado en esta familia de Betania –la de Lázaro, María y Marta- una forma de entender la familia que incluye a la comunidad LGTB. Aquí hay una familia no construida por lazos matrimoniales o modelos convencionales, sino por lazos alternativos de amor. Si Lázaro fue o no, como algunos sugieren, el discípulo a quien Jesús amó (una sugerencia reforzada por el hecho de que las autoridades también quieren matar a Lázaro), lo que está claro es que Jesús encontró en esta familia escogida un puerto seguro.

Dentro de esta familia alternativa, Jesús buscó y encontró camaradería, amor, apoyo y unos dignos preparativos finales para el acontecimiento de su muerte. Que Juan achaque el escándalo de quienes matarán a Jesús a su resurrección del amado a Lázaro de la tumba, tiene especial resonancia para las personas LGTB cuyas relaciones han sido fuente de sufrimiento a manos de quienes se escandalizan por ellos. También merece la pena señalar que María comprende que el cuerpo físico de Jesús debe ser honrado y ungido como preparación a su muerte. No es accidental que su espléndido regalo sea sensual y corporal, ni que sea su historia la que según el mismo Jesús (en la narración paralela de Mateo 26: 13) será recordada cuando la buena nueva sea anunciada por el mundo entero.

¿Cuáles son los paralelos entre las familias LGTB actuales y la familia amada por Jesús en Betania? ¿Cómo podrían las similitudes reforzar nuestra comprensión de lo que pasó en la historia bíblica? ¿Cómo podría la historia bíblica fortalecer o desafiar a nuestras familias LGTB de hoy?

Toda la narración en Juan debe basarse en la apreciación de la gravedad de los acontecimientos anteriores y posteriores: su experiencia (pasada y futura) se basó en la sagrada convergencia entre vida y muerte. De hecho, cuando María unge a Jesús nos encontramos el en corazón del camino de la Cuaresma –un camino de fe y de esperanza en medio de la muerte.

¿De qué manera nosotros, que como María y sus hermanos recibimos vida de Jesús, honramos su muerte? ¿Cómo están relacionados el sufrimiento y la muerte de Jesús con la vida que recibimos en él?

La crítica que hace Judas a María en el sentido de que debería considerar la caridad por encima del culto (Juan 12: 5) plantea una falsa dicotomía. En este momento, ponderamos el valor de la vida que recibimos en Jesús. Muchas iglesias cometen un grave error teológico separando la muerte de Jesús de su vida. La historia de Lázaro, María y Marta nos recuerdan que la muerte de Jesús fue el resultado de una existencia que capacita para la vida y de un amor que cruza todo límite. Jesús no murió como una víctima inocente sino como un fiel testigo de los caminos de Dios, el autor de la vida.

Isaías 43: 16-21 identifica a este Dios que es el creador y el autor de la vida. El Dios del profeta abre caminos en el mar y extingue las fuerzas de la muerte. Carros y caballos, armas y guerreros todos son derrotados por el Dios de la vida. El desierto cede el paso a frescos manantiales de agua. Este es el Dios de Jesús, que procuró la vida entre los agonizantes y los excluidos.

¿De qué manera podrían nuestras oraciones, cultos y devociones de Cuaresma reflejar la vida que brota en lugares estériles? ¿Cuántas de nuestras prácticas cuaresmales nos ayudan a percatarnos de las nuevas cosas que Dios está haciendo todavía hoy en el mundo, en medio de su propia esterilidad e injusticia?

El Salmo 126 celebra a este Dios restaurador de la vida. Este salmo figura entre los salmos de subida que los peregrinos cantaban cuando ascendían a Sión, el monte santo. El salmo también recuerda al sorprendente Dios de Israel. Igual que Isaías, el salmo imagina agua corriente en regiones áridas, fuerzas de vida en situaciones amenazadoras. La restauración de Sión toma por sorpresa hasta a sus mismos habitantes. Parece un sueño que evoca las risas y el griterío infantil.

¿Cuántos de nuestros sermones aluden a esos lugares asombrosos donde la vida se está abriendo paso entre las fuerzas de la muerte? ¿Cómo podríamos hacer sitio en nuestras liturgias y rituales para permitir que las lágrimas se conviertan en gritos de gozo?

En Filipenses 3: 4b-14, Pablo sopesa el valor de la vida en Cristo. Recuerda su vida antes de Cristo, y la estima en nada. La imagen convencional de Pablo es errónea. Anteriormente a su encuentro con Cristo. Pablo no vivía con ansiedad, temeroso de no poder vivir de acuerdo con el pacto de Israel. No se agitaba porque un pecado futuro pudiera conducirlo al infierno. No. Pablo vivió con gozo y con orgullo: era “en cuanto a la justicia que se basa en la ley, irreprochable” (verso 6). Por esta razón, nos maravillamos de que Pablo encontrara la vida en Cristo tan irresistible que orientase toda su vida a su búsqueda. Como María, Pablo ha experimentado un nueva vida. En respuesta, abandona todas las demás cosas para conocer a Cristo. Y como la historia de Lázaro, Marta y María, el testimonio de Pablo identifica el corazón del camino de la Cuaresma. Para conocer el poder de la vida, Pablo debe acompañar a Cristo en su sufrimiento y muerte. El ministerio de Pablo exige que camine a través del sufrimiento para traer vida a otros.

Este quinto domingo de Cuaresma es único en el año litúrgico. El próximo domingo, Domingo de Ramos o Domingo de Pasión, viviremos con Jesús dentro de la matriz desordenada del gozo y la decepción, la esperanza y la desilusión, la adoración y la degradación, la vida y la muerte. En Pascua, celebraremos la resurrección de Cristo, la culminación. Este domingo en particular une a la vez el sufrimiento y la muerte con la esperanza y la resurrección.

¿Qué trae nuestro mundo y qué traes tú –qué sufrimiento y qué esperanza- a este quinto domingo de Cuaresma? Al ver cómo María expresó su fe incluso en medio de las críticas y la muerte inminente de Jesús, ¿cómo expresas tu fe y esperanza?

ORACIÓN INCLUSIVA

Dios de la vida y de la muerte,
ven a nuestro encuentro tal como somos,
ya sea la esperanza, la desesperación
o el anhelo el que llene nuestros corazones.
Bendice nuestra vida y nuestro amor.
Bendice nuestras familias,
tanto la recibida como la elegida.
Bendice nuestros rituales corporales de adoración,
nuestros sacramentos de sensualidad.
Apresura la transformación de nuestro llanto en gozo.
Amén.

Versión original en inglés: Out in Scripture