6.2.10

Aquí estoy; ¡envíame!

7 de febrero de 2010
Domingo 5º después de Epifanía




En tanto que la batalla por la auto-comprensión y la auto-aceptación es de por vida, Dios nos llama al ministerio ahora y para este momento.




Nuestra lectura de Isaías 6 dibuja a Isaías viéndose envuelto en una experiencia teofánica - Dios que se revela. Se encuentra abrumado por su condición de criatura. En la Escritura no es inusual que la conciencia de nosotros mismos como criaturas esté acompañada por sentimientos de indignidad (verso 5). Con las personas LGBT este sentido básico de indignidad se ve agravado por los sentimientos negativos interiorizados. Charles Allen señala que todo esto parece no ser de interés para Dios. Sean cuales sean las deficiencias de Isaías, Dios aún pretende recurrir a Isaías para su propósito. En Isaías 6: 9-13, Dios tiene infinitamente más confianza en Isaías que el propio Isaías. ¡El profeta es llamado a entregar un mensaje y a sobrellevar no ser escuchado! Hoy, podría ser este el mensaje: el pueblo de Dios tiene el derecho de toda persona de ser plenamente ella misma, de ser tratada con justicia y de tener su humanidad protegida. Helene Tallon Russell tiene claro que la comunidad LGBT tiene una inmensa responsabilidad de actuar contra la injusticia incluso cuando el éxito es improbable, al menos en nuestro tiempo de vida. El objetivo de luchar por la justicia es que si dejásemos de hacerlo, dejaríamos de ser quienes somos, de der quienes Dios nos llama a ser.




Helene Tallon Russell también señala qué liberador es oír que actúa (a través de un serafín en Isaías 6: 7) para eliminar la vergüenza de Isaías y para asegurarle que su pecado ha sido borrado.




¿De qué forma la preocupación por tus limitaciones y tu indignidad bloquea tu comunión con Dios? ¿Cómo te dificulta esa preocupación desarrollar un sentido de llamada? ¿Qué quieres orar a Dios sobre el sentido de ti mismo y de tu llamada?




Fíjate en el gozo que es evidente en las afirmaciones iniciales del Salmo 138. Estas afirmaciones deberían llenarnos no de exceso de confianza sino de humildad. Dicho esto, quienes viven con la vergüenza que proviene del desprecio de otros y la indignidad pueden fácilmente llegar a preocuparse porque las experiencias de bienestar y de liberación son fugaces. No pueden encontrar consuelo en el ruego final del salmista para que Dios no abandone la obra que ha empezado (Salmo 138: 8). Los sentimientos de insuficiencia pueden acentuarse por el sentido que muchos en la comunidad LGBT tienen de andar "en medio de la angustia" y de necesitar protección de los enemigos (verso 7). A pesar de lo angustioso que es todo esto, las peticiones de este salmo están hechas con confianza en Dios cuyo atributo básico es el amor, amor para siempre (verso 8).


Igual que Dios transformó la propia percepción de Isaías a través del serafín, ¿podría Dios estar llamándote para ser un agente de salud, fortaleza y protección para los que se encuentran dañados por otros o se dañan a sí mismos? ¿Qué diferencia supone el amor de Dios en tu respuesta a esa llamada?



El tema de la tensión entre nuestro sentido de indignidad y la conciencia de la gracia continúa en las lecturas del Nuevo Testamento y es el fundamento del testimonio de Pablo y las exhortaciones de 1 Corintios 15: 1-11. Reminiscencia de Isaías, Pablo proclama su propia falta de aptitud para el apostolado (verso 9). Es por la gracia, dice, que él es lo que es. Seguramente esta palabra sugiere que la apertura a la gracia de Dios fomenta la misericordia para con uno mismo y para con los otros.




Las palabras de Pablo nos invitan a examinar con cuidado nuestro propio sentido y la profundidad de nuestros corazones. ¿Hemos permitido a la gracia de Dios sanarnos y transformarnos verdaderamente? Charles Allen señala que, a veces, la persecución por la iglesia tiene que ver con personas LGBT que se odian a sí mismas, algunos exteriorizan la negación de su propia sexualidad. Michael Miller sugiere que esas personas, con experiencias de fracaso y cicatrices de desprecios, practican una insaciable búsqueda de aprobación mediante el perfeccionismo.




Fíjate que, habiendo confesado su propio pasado como perseguidor de la iglesia, Pablo intenta establecer su renovada credibilidad indicando que él trabaja más duro que los demás apóstoles (verso 10). Aquí Pablo aparece como muchos en la comunidad LGBT que trabajan incesantemente para probar a la comunidad más amplia que ellos son miembros y que son aceptables.




¿Hasta qué punto has sido capaz de recibir y comunicar la gracia de Dios no obstante tu propia aceptación y la de los demás?




Se requiere mucho esfuerzo para luchar contra la violencia y la injusticia, y para compartir la buena noticia de Cristo. Sin embargo, la obsesión por aparecer válido pueden dominar de tal manera nuestros esfuerzos que se convierten en contraproducentes y autodestructivos. Las personas LGBT necesitan encontrar descanso en la gracia de Dios, y darse cuenta de que son ellos exactamente la clase de persona imperfecta y peculiar que Dios siempre ha llamado a su servicio.


La conexión entre un sentimiento de la propia indignidad, e incluso de la propia condición de pecador, y la llamada de Dios es también examinada en Lucas 5: 1 -11. Simón (Pedro), aún en la búsqueda de su sustento, no acierta. En la historia, se da cuenta de la importancia de aquél ante quien están y responde de una manera similar a Isaías y Pablo. Declara su condición de pecador e intenta apartarse de Jesús (verso 8). En cambio, Jesús simplemente responde. "No temas; desde ahora serás pescador de hombres" (versos 10 y 11). Jesús no aporrea a Pedro con enjuiciamientos, sino que lo recibe con todas sus limitaciones y potencial. La esperanza es que las personas LGBT experimenten la presencia de Jesús, oigan su llamada y sigan el ejemplo de Simón: dejarlo todo y seguirlo con confianza.




¿Qué cosas están bloqueando que tú y tu comunidad de fe respondáis más fielmente a la llamada de Dios? ¿Cómo influiría un encuentro sincero con Dios en la aceptación y la respuesta a esa llamada?




Oración inclusiva




Dios de amor,
libéranos para experimentar tu presencia perdurable.
A pesar de las fuertes y duras palabras que infaman y destruyen,
abre nuestro oídos y nuestros corazones a tu voz acogedora.
Danos forma en tu amor. Envíanos a servir.
En el nombre aquel que nos llama a seguirle,
en el nombre de Jesús. Amén.