10 de octubre de 2010
Domingo 28º de Tiempo Ordinario. Año C.
Oración inclusiva
Creador nuestro trascendente,
Domingo 28º de Tiempo Ordinario. Año C.
Dios crea un hogar en medio del exilio y nos desafía a acoger a aquellos se ven abocados al exilio.
En Jeremías 29, el profeta se dirige a la comunidad judía en el exilio tras la primera caída de Jerusalén en el 597 a.C. Las palabras de Jeremías no ofrecen necesariamente la esperanza de que el exilio acabe en una liberación futura, sino que más bien los anima a vivir plenamente en la situación presente. La imagen del ‘exilio' puede no encajar plenamente en la experiencia de muchas personas LGTB (o en la de supervivientes de abusos, de aquellos que crecieron en familias desestructuradas o de los niños de la guerra), quienes nunca han tenido la experiencia de un hogar seguro del que ser exiliado. Sin embargo, ‘exilio' habla de un profundo anhelo de un seguro y salvo ‘lugar semejante al hogar'. El desafío que Jeremías pone ante nosotros es el de procurar una existencia fructífera mientras que la vida, con toda su complejidad y tragedia, siga su curso. Lejos de llamar a los exiliados babilonios a acomodarse a la situación, los desafía a involucrase con la comunidad en la que se encuentran. El lugar donde ‘no obstante, todo va a ir bien' puede no ser donde podríamos esperar.
A pesar del rechazo de las personas LGTB por parte de gran parte de la iglesia, ¿dónde has encontrado una comunidad segura de fe donde ‘todo va bien'? O ¿cómo podrías ayudar a crear ese espacio semejante-a-un-hogar?
Tanto la historia de la curación del leproso en Lucas 17 como la narración de la curación de Naamán en 2 Reyes 5 hablan a los que padecen un doble estigma. Desde el punto de vista de los israelitas, que Naamán fuera un extranjero ya era bastante malo; pero estar afligido por la lepra lo incapacitaba doblemente para la comunidad. El leproso que regresó adonde Jesús, no era sólo un leproso, sino además un samaritano, lo que lo situaba en una posición vulnerable, incluso entre la comunidad de leprosos exiliados. A pesar de los múltiples obstáculos humanos, Dios trae sanación y restauración.
Podría ser fácil para los lectores LGBT identificarse a sí mismos como los ‘héroes' de esta historia, como personas que han sufrido opresiones varias y han recibido sanaciones misericordiosas. Pero debemos situarnos de manera que el texto nos dirija tanto retos como consuelos. Las comunidades se definen con frecuencia en términos de quiénes ‘no' son; incluso las comunidades oprimidas establecen tales fronteras para sí mismas. Las comunidades LGTB no son diferentes. ¿Quién no se ha burlado por lo bajo ante sus amigos de alguien que vestía de modo diferente (‘el reto de ir a la moda'), no ha planteado agudas distinciones basadas en la educación (‘paleto' o ‘esnob'), o no ha prescindido de alguien cuyo amaneramiento no nos gustaba (‘demasiado femenino' ... ‘demasiado marimacho')? ¡Por no mencionar los prejuicios obvios de etnia, edad, salud o género!
¿Quién podría sentirse no acogido en nuestra comunidad? ¿A quién condenaríamos al ‘exilio'?
En estos pasajes, la voz de Dios viene de personas insospechadas. Naamán escucha primero a una chica esclava, y después sigue el consejo de sus criados. Jeremías se encuentra en conflicto con otros profetas que predicen un exilio corto y una inminente liberación divina para su pueblo, por lo que su voz solitaria parece traicionar a su propio país. Un leproso samaritano muestra una fe salvífica. El apóstol Pablo está en prisión, sin embargo su evangelio se predica ‘sin cadenas'.
¿Es Dios tan desconcertante como para que su palabra nos llegue precisamente a través de las personas a las que tendemos a exiliar?
Cada una de estas historias ocurre en un lugar ‘intermedio' para los protagonistas. Jesús se encuentra a los leprosos en los límites de Galilea y Samaria. Jeremías escribe desde una Jerusalén por el momento no destruida a los exiliados de Babilonia. A Naamán se le pide que de bañe en el Jordán exterior -y fangoso. Pablo está encadenado "como un criminal". En estos lugares fronterizos, el pueblo queda liberado de sus convenciones habituales para recibir la fidelidad de Dios de forma inesperada y extravagante. ¡Incluso los nueve leprosos que no volvieron a Jesús fueron curados!
Trabajar con este tema del ‘lugar intermedio' puede ayudarnos a solucionar las tensiones inherentes en lo últimos versos del himno citado en 2 Timoteo. La posibilidad de negar a Cristo y de ser negado por él podría aterrorizar a una conciencia sensible. ¿Quién es siempre fiel? Vivimos entre la fidelidad y la infidelidad. Este extremo atemorizador tiene su contrapeso en la promesa de que "si no somos fieles, Cristo sigue siendo fiel".
Cristo reconecta a los exiliados con la comunidad de vida. Jesús envía a los leprosos a "presentarse ante los sacerdotes" (Lucas 17: 14), para certificar su sanación y restauración a la comunidad. (Presumiblemente los leprosos judíos a una sacerdote judío y el leproso samaritano a un sacerdote samaritano). No deseamos forzar la necesidad de una verificación sacerdotal de la aceptabilidad de un persona para la comunidad. Sin embargo, si el sacerdote es visto como un portavoz de la comunidad que acoge (más que como un guardián), el mandato de Jesús encaja.
Hay momentos en los que una comunidad que acoge debería hacer pública su acogida, para contrarrestar los residuos de la condenación que los excluidos pueden haber sufrido. Las celebraciones públicas como las fiestas del orgullo, las bendiciones de pareja y matrimonios, las salidas del armario o la redefinición de las ceremonias, proporcionan oportunidades para que las comunidades hagan explícita su acogida.
Cuando nuestra comunidad pone en práctica toda su capacidad de acogida, ¿cómo devolvemos la integridad a los que han sido exiliados y excluidos?
Oración inclusiva
Creador nuestro trascendente,
que, sin embargo, habitas con entre nosotros.
Te alabamos.
Te pedimos por la tierra de promisión
-que nunca hemos conocido plenamente-
mientras que trabajamos para ser tu acogida en el mundo.
Concédenos hoy vida abundante.
Perdónanos por las veces en que hemos exiliado a otros,
como oramos por la paz
para perdona a los que nos exilian.
¡Aleja de nosotros la necesidad de levantar fronteras,
y haznos gustar de la diversidad de la vida!
Porque tú eres quien cuida de la comunidad,
quien responde a nuestros más profundos anhelos,
y quien nos proporciona un hogar eterno.
Amén.