26 de diciembre de 2010
Domingo 1º después de Navidad. Año A.
La paz de la Navidad exige resistencia valiente y acción contra todas las fuerzas e instituciones que destruyen a los hijos e hijas de Dios.
Sinceramente, las lecturas de esta semana nos inquietan. ¿Cómo pasamos de la Navidad y la celebración de la encarnación, a la glorificación de la muerte y el asesinato de niños?
¿Cuál es tu respuesta inicial, en tu cabeza y en tu corazón, a Mateo 2: 13-23, que a veces se titula “La huida a Egipto” o “La matanza de los inocentes”?
Mateo 2: 13-23 pasa de un plan para matar a Jesús al asesinato de otros niños en su lugar. Hebreos 2: 10-18 introduce a la doctrina de la expiación y presenta a Jesús, no como un líder revolucionario y esperanza de liberación de la opresión para el pueblo, sino como un sacerdote/cordero para ser sacrificado y asesinado. Es un fuerte contraste que, en medio de esos asesinatos, el leccionario también nos presente dos himnos de alabanza (Isaías 63: 7-9 y Salmo 148) por lo que Dios ha hecho. ¿Cómo podemos aún cantar “Alabad a Dios” en medio de toda esta muerte?
Los sueños juegan un papel clave en la lectura de Mateo. A José se le dice en un sueño que huya a Egipto (verso 13) y después, en otro sueño, que vuelva (verso 19). En medio de estos sueños, se nos cuenta la matanza de niños inocentes, cuando Herodes busca destruir al nuevo gobernante que ha nacido.
¿A dónde pueden huir las personas LGBT y otras personas oprimidas, cuando surgen planes para asesinarlos? ¿Quién protegió a las personas LGBT cuando la pandemia de SIDA arrasó el país? ¿Quién es hoy en día Raquel, que llora desconsolada por sus hijos, ahora que la cara del SIDA ha cambiado de hombres blancos gays a mujeres negras pobres? ¿Quién rehúsa ser consolado? ¿O hemos pasado a ser los coros de “alabanza a Dios” del Salmo 148 e Isaías 63, mientras la muerte está aún a nuestro alrededor? Y, ¿qué pasó con el gozo de la Navidad?
¿Qué hacemos con el retrato de un Dios que nos avisa de un desastre inminente, pero no a otros? Y, ¿qué hacemos con una “Sagrada Familia” que huye sin avisar a sus vecinos? ¿Es el símbolo de aquellos que pueden permitirse tratamientos caros y cócteles retro-virales siguiendo adelante y no preocupándose de quienes no pueden permitirse la medicación.
¿Ha habido momentos en los que hayas optado por callar ante la opresión y en los que ahora desearías haber hablado? ¿Cómo podrías orientar la situación de modo distinto, si volviera a ocurrir?
En medio del gozo de la Navidad, cuando Dios se nos aparece en forma humana, debemos luchar por ver cómo podemos parar las muertes sin sentido e incrementar el llanto desconsolado. Debemos clamar contra las acciones de las iglesias -tales como el Informe Windsor dentro de la tradición anglicana y episcopal- que no afirman la santa obra de Dios a través de las personas LGBT. Debemos clamar cuando los gobiernos retiran el dinero de las campañas de prevención de VIH/SIDA para dedicarlo a sólo a políticas de abstinencia. Debemos incrementar los esfuerzos para fortalecer a los jóvenes LGBT que salen del armario y son expulsados de sus familias, para que la depresión y el suicidio no sea su camino a seguir. Debemos protestar contra los consejos escolares locales que intenten eliminar los libros que traten de diversidad familiar del currículo y de las bibliotecas. Debemos clamar y gritar contra las guerras donde las hijas e hijos de Dios más vulnerables -sean o no LGBT- son sacrificados por el interés nacional. Debemos convertirnos en la Raquel de nuestro tiempo.
Es sorprendente que las figuras masculinas en estas lecturas (José que huye con su familia en Mateo, Cristo que muere en Hebreos 2: 17-18) propongan el sufrimiento como un camino para la vida. El único papel dado a las mujeres en estos pasajes es alabar junto con los hombres (Salmo 148: 12) y Raquel, que llama a la comunidad a la toma de conciencia de los horrores que están sucediendo a su alrededor. La opción de huir para salvarse uno mismo no conduce a la comunidad. Conduce a una muerte sin sentido. La opción de cantar alabanzas en medio de las pruebas de la comunidad, parece ser una opción religiosa que lleva a evitar conectarse con otros en lucha. La opción del llanto desconsolado, sin embargo, tiene la tendencia de resistir la opresión y de llamar a la comunidad a la toma de conciencia.
Nuestra fe tiene que darnos la fuerza para levantarnos contra los herodes de nuestro tiempo y decirles: “No puedes masacrar a ninguno más de nuestros hijos y nuestras hijas”. Nuestras iglesias deben ser solidarias con todos quienes están oprimidos y darles el espacio para clamar. Juntos debemos trabajar para llevar la vida donde otros traman la muerte. Nuestros cantos deben ser cantos de protesta que lleven a las personas a ver nuestra lucha común contra la opresión. Esos grupos étnicos, que se ponen al lado de los grupos conservadores para acabar con grupos LGBT, deben revisar su apropiación de estereotipos racistas. Las voces de las mujeres deben entrar en acción, más allá de llorar y gemir, para dar igual sentido a las luchas. Todos debemos superar el impulso de huir para salvarnos a nosotros mismos y unirnos para salvar a todos.
Es en estas luchas por la justicia donde todos encontraremos vida que mantenga vivas las esperanzas de Navidad.
¿Para qué lloras o desearías poder llorar en el mundo? Después de reflexionar en las lecturas para hoy, ¿ qué quieres decirle a Dios? ¿Qué cosas te ves en la obligación de hacer?
Oración inclusiva
Dios de todas las hijas e hijos del mundo,
para la matanza de inocentes.
Perdona que nosotros mismos fallemos
en proteger a tus hijas e hijos de la muerte.
Danos fuerza y valor
para llorar por quienes sufren
y para resistirnos a toda opresión.
Danos una santa determinación de salvar las vidas
de quienes son considerados prescindibles.
Capacítanos para vivir audazmente la buena nueva de la Navidad.
Que el gozo llegue y cantemos con todos: “¡Paz en la Tierra!”.
En el nombre de Jesús, nuestra Paz. Amén.